«Serán mis testigos… en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra.» (Hechos 1:8)
Para Tim y Cath, miembros de Horizontes Mundiales, eso significó dejar el Reino Unido y comenzar una nueva etapa en el País Vasco francés. Su historia nos recuerda que el llamado de Dios puede llegar en cualquier etapa de la vida y siempre nos lleva a descubrir de nuevo su fidelidad.
Incluso en lugares inesperados, Dios obra. El viaje de Noé y Marta en el Golfo Pérsico muestra cómo la misión de Dios llega hasta los confines de la tierra. (Hechos 1:8)
Nuestra tercera historia de Hechos 1:8 es de Jader, quien anteriormente sirvió en África Occidental y del Norte de África, y ha regresado a Brasil trabajando entre la gente del Amazonas durante los últimos cuatro años.
Nuestra segunda historia de Hechos 1:8 es de Bev, quien primero sirvió en el Medio Oriente y España, y ha regresado al Reino Unido en Luton durante los últimos diez años.
Estamos emocionados de compartir con ustedes en las próximas semanas historias de nuestros miembros que han recorrido sus propias versiones de Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra como Jesús nos comisionó en Hechos 1:8.
Deepa, ha trabajado en World Horizons durante más de veinte años. Ella y su esposo Jesús Ayala sirvieron en el sur de Asia durante diez años antes de regresar a Venezuela para liderar la capacitación de candidatos misioneros venezolanos.
La insurgencia militante islamista es el trasfondo de gran parte de lo que está sucediendo en África occidental. Además del sufrimiento que sufren tanto musulmanes como cristianos con millones de personas obligadas a huir de sus hogares, la iglesia es cada vez más un objetivo. Varios de nuestros amigos han sido atacados, secuestrados o asesinados. Pero en muchos lugares, la iglesia continúa resistiendo y extendiendo la mano con amor y el evangelio.
Estamos aquí en Paraguay como familia misionera desde el año 2015, viviendo en el campo en un pequeño pueblo llamado Coronel Oviedo. Yo, Talita y mi esposo Rodolfo, junto con nuestros dos hijos, hemos estado experimentando los desafíos de plantar una iglesia y capacitar a la gente local para la gloria de Dios.
Un día, cuando me dirigía a la oficina, un señor mayor me pidió que lo ayudara a bajarse en la parada del autobús. Estaba ciego. Sosteniendo su brazo, me agradeció mucho, diciéndome palabras de bendición. Entonces me preguntó: “hijo mío, ¿conoces a Jesús?”
¡Tengo un susto! ¡Bueno, yo estaba allí para testificar de Él a la gente a través de mi comportamiento y mis palabras! Pero allí estaba yo, sosteniendo el brazo de un anciano, y me preguntaron si conocía a Jesús.
Tenemos el mandato fabuloso de amar al mundo y para hacerlo bien necesitamos estar equilibrados emocional, física y espiritualmente. Si no lo somos, no tenemos mucho para dar (¡y tendemos a terminar pensando principalmente en nosotros mismos!).
